lunes, 14 de julio de 2014

El dilema del sembrador.


Hubo una vez un sembrador que pasó toda su vida sembrando y cosechando para el futuro de sus hijos, incluso antes de tenerlos. Llegó el momento en que supo que pronto moriría y decidió dedicar su último año a cultivar la mejor cosecha de toda su vida. Se dispuso a viajar lejos de su campo para comprar más semillas de las que normalmente sembraba y así dar más frutos para sus hijos que pronto quedaría huérfanos de padre, pero un dilema despertó en el sembrador: ¿A dónde ir?.

El sembrador tenía 2 caminos a la vista. Uno era corto y conocido, sin complicaciones y con un sendero llano; el camino lo llevaría a la ciudad de siempre donde era seguro encontrar las semillas que buscaba y le permitiría regresar en poco tiempo y así invertirlo en la siembra. El otro camino era largo e impredecible, pasando por montañas difíciles de escalar y por un río complicado de cruzar, no era seguro si podría con los retos que se le presentaran; este camino lo llevaría por varias ciudades desconocidas en más tiempo pero con la esperanza de tal vez encontrar nuevas semillas que atesoraran su última cosecha.

Sin poder decidirse, el sembrador emprendió su viaje, pero como en la vida de cualquiera, llegó el momento en que tenía que tomar una decisión. Al llegar al tramo donde el sendero se dividía en 2, el sembrador se detuvo a pensar sus opciones y así poder elegir su mejor opción. Después de pensar con su cabeza y no lograr decidirse, el sembrador decidió pensar con su corazón y por fin eligió. Tomo las cosas que había dejado en el suelo mientras pensaba, se armó de coraje y con el mismo paso que había venido regresó.

Te preguntarás qué fue lo que pasó. Pues bien, pasaron muchas cosas por la mente del sembrador; por un lado el primer camino era estable y económico, le brindaba la seguridad de no correr peligros y así volver sano y salvo a su hogar para cumplir su último objetivo; a la vez le ahorraba tiempo y energía que podía invertir en la siembra y así abarcar mucho más y producir en mayor cantidad; al ser un viaje corto, este camino también le ofrecía no gastar mucho en provisiones y como ya conocía la ciudad a la que lo llevaría, sabía exactamente el precio de lo que compraría y podría adquirir aún más de lo normal.

Por el otro lado, el segundo camino era novedoso y ofrecía más de una oportunidad de superar sus propias expectativas pues, al ser su último viaje, el sembrador podría conocer lugares que nunca había visto y visitar ciudades que nunca pisó; también tendría nuevas experiencias en el río y las montañas que enriquecerían sus habilidades como hombre y no solo como sembrador; sin duda había un riesgo en realizar un viaje costoso y exhausto y no encontrar más que las mismas semillas que encontraría en el otro sendero, inclusive a un costo más alto, pero este camino le ofrecía al sembrador lo que el otro no: la oportunidad de ir más allá de lo esperado y encontrar las riquezas que siempre había soñado e incluso también las que nunca imaginó; y aunque nada de esto era seguro si era probable y quizás valdría la pena arriesgarse si tenía la esperanza de triunfar, pues no importa lo pequeño de la oportunidad, al ser probable es posible y siendo posible es cuestión de actitud para alcanzar nuestras metas. Sin embargo como todo era posible nada era seguro, así que existía la posibilidad de que algo inesperado sucediera y tuviera que regresar con las manos vacías o incluso no regresar.

¿Por qué entonces regresó el sembrador por el mismo camino que había venido? ¿Sería acaso por miedo a decidir o por temor a arrepentirse de su decisión?

Nada de esto es la respuesta; esto fue lo que pasó: cuando su mente colapsaba evaluando ambos caminos, su corazón intervino y algo le mostró. No se decide en función de lo que sea más fácil o más difícil, ni se decide pensando en lo que da más y en lo que no. Se decide en lo que es más provechoso y fue ahí donde la respuesta encontró. El sembrador decidió volver por el mismo camino que había venido, pero esta vez lo recorrería como nunca antes lo eligió. Pasaría su último año con su familia, invertiría el tiempo en sus hijos y esposa y sembraría en ellos mucho amor. Regaría de alegría sus almas y sembraría muchos recuerdos que serían las verdaderas semillas que se convertirían en las más valiosas riquezas para sus hijos y que los ayudarían a cosechar un abundante futuro. Sería la mejor cosecha de su vida invirtiendo lo conocido en lo conocido, tomando nuevos riesgos y aprendiendo algo más.

La verdadera sabiduría consiste en encontrar la más provechoso, sea en lo conocido o en lo improbable, en lo fácil o en lo enriquecedor, en lo seguro o en lo riesgoso, en la comodidad o en lo retador.

No se trata de elegir el mejor camino, se trata de elegir lo más enriquecedor.

Luz.
JY.